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La misteriosa lógica del profesor Fernando Reinares

Fernando Reinares, autor de Mátalos Matadlos (Galaxia Gutenberg), respondió ayer a través de su cuenta de Twitter al inventario crítico con 17 falsedades de un capítulo de su libro, publicado aquí mismo horas antes. En fin, la mayoría de sus respuestas tienen gran interés, desde muchos puntos de vista. Desde el de la editorial, por ejemplo, que sin duda celebrará saber que al autor nada le parece lo suficientemente relevante, como para desdecirse; así que las 17 falsedades han pasado, expresamente, a formar parte del catálogo de Galaxia Gutenberg.

Los publicados ayer eran errores fácticos. Las respuestas del autor añaden además una lógica insostenible. Afirma Reinares que es fácil entender por qué el fiscal de la Audiencia Nacional, Vicente González Mota, negó que el testigo protegido que desencadenó la Operación Cantata perteneciera a Al Qaeda. Dicha operación desarticuló un supuesto complot islamista para atentar contra el metro de Barcelona en  2008.

El testimonio del testigo protegido, informante de los servicios de espionaje francés, como el propio Reinares reconoce en su libro, fue la base para condenar a los 11 inmigrantes del Raval (10 pakistaníes y 1 indio). Pero dicho testimonio se basaba precisamente sobre el supuesto de que él mismo era un terrorista de Al Qaeda, no un informante francés. Un terrorista enviado a Barcelona para atentar  contra el metro en enero de 2008 y que se había arrepentido en el último momento. De hecho, cuando le preguntamos al presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, si sabía que el testigo protegido era en realidad un informante francés, respondió: “Cuando yo sé que un testigo protegido está mintiendo, lo escribo en la sentencia y tiene sus consecuencias legales”, y así se publicó

Bien, el testigo mintió al tribunal; el presidente asegura que no lo sabía.  El fiscal, sin embargo, defendió durante el juicio, es decir, en audiencia pública, que el testigo sí era miembro de Al Qaeda. Cuando lo negó, en cambio, fue ante fuentes de la embajada americana, dos meses después del juicio. A ese desmentido, recogido en este cable diplomático, nos referíamos ayer cuando señalamos que el propio fiscal había desmentido la tesis central de Reinares: que el testigo era de Al Qaeda.

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La respuesta de Reinares fue inmediata y se debe traducir al español oficial contemporáneo, así: «Es fácil entender por qué el fiscal lo niega», según afirmó en un Tweet posterior:

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Que el profesor Reinares se muestre en desacuerdo con los hechos, no supone novedad, como mostraba la entrada de ayer de este blog. Pero su respuesta en Twitter añade un punto de misterio a sus errores: si fuera verdad que el testigo protegido era miembro de Al Qaeda, como el fiscal González Mota defendió en la Audiencia Nacional ¿por qué iba el mismo fiscal a negarlo dos meses después, en privado, ante fuentes de la embajada americana? Si el profesor Reinares encuentra una respuesta razonable, y publicable, prometo buscar los fundamentos de su lógica también fuera de la tradición occidental. Estoy dispuesto a llegar hasta la de los servicios de inteligencia de Pakistán.

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Corregidlo: 17 falsedades en un capítulo del último libro de Fernando Reinares

I. Fernando Reinares (Logroño, 1960): catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos, investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano y Adjunct Professor de Estudios de Seguridad en la Universidad de Georgetown (USA), según la nota biográfica de su editorial. Acaba de publicar Matadlos. Quién estuvo detrás del 11M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). El autor está actualmente de gira presentándolo, según cuenta en Twitter.

II. Nosotros hemos leído, por motivos profesionales,  un capítulo de ese libro. El número 14, “¿Cómo iba a ser el segundo 11-M?» (pp. 227-243)dedicado al supuesto complot islamista que iba a atentar contra el metro de Barcelona en enero de 2008. El capítulo reelabora las declaraciones del testigo protegido que desencadenó aquella Operación Cantata y como tal, repite las mentiras que el testigo contó a la Guardia Civil, al juez de instrucción y al tribunal de la Audiencia Nacional, que sin embargo condenó a los 11 acusados. De esas mentiras nos hemos ocupado durante cinco meses y el resultado puede leerse en Infolibre y Mediapart. La investigación, financiada por Journalismfund.eu, nos llevó a Francia, Italia y España.

III. Sin embargo, el capítulo de Reinares contiene además falsedades de su propia cosecha y vamos a exponerlas, a modo de inventario. Quien eche en falta algo de contexto, puede leer antes el reportaje al que nos hemos referido: (Infolibre aquí) o (Médiapart aquí). Veamos.

 

1. Página 238: «Al Qaeda, organización en la que él mismo [testigo protegido] estaba encuadrado».

Falso: Hasta el fiscal González Mota sabía que el testigo protegido no era miembro de Al Qaeda, sino un informante francés, y así lo explicó ante fuentes de la embajada americana en Madrid dos meses después del juicio,  el 13 de enero de 2010. Está recogido en este cable diplomático del 25 de enero, con este encabezado: «España: fiscal desmiente los lazos con Al Qaeda en el complot del metro de Barcelona»

2. Página 237: «Durante el procedimiento judicial […], el testigo protegido F-1 explicó […] que sus mandos le ordenaron trasladarse a Francia, desde Pakistán, unos tres años antes de los acontecimientos de enero de 2008 en Barcelona».

Falso: Asim, que es como se llamaba el testigo protegido, vivía en Francia desde al menos dos años antes, según documentos oficiales. No podemos mostrar aquí dichos documentos porque, dada su condición de testigo protegido, cometeríamos un delito.

3. Página 233: «El testigo protegido F1, que en el pasado había estado inmerso en tramas que movían y entregaban dinero a lo largo de Europa occidental para sostener actividades de terrorismo yihadista […]».

Falso: La red de financiación que describió Asim no existía ni existe, tal y como muestra la investigación internacional citada más arriba. El testigo protegido, que es uno de los traficantes de personas más buscados de Pakistán, construyó su relato sobre esa supuesta red de financiación a partir de nombres, viajes y elementos de dicha actividad criminal. Puede leerse aquí, como ya he dicho.

 

4. Página, 238: «Entre inicios de 2005 y mediados de 2006, dicha estructura terrorista le solicitaba a menudo que, junto a otros correligionarios, [el testigo protegido] recolectara dinero y lo llevase a Bruselas, Amsterdam o Brescia».

Falso, por lo mismo que la número 3.

5.  Página 230: «El informante paquistaní que alertó a los servicios de inteligencia franceses […] obtuvo la condición de testigo protegido».

Bien, esto es cierto y esta es la tercera vez que aparece: era un chivato del espionaje francés. Sin embargo, no dice Reinares que el propio informante lo negó durante la instrucción y ante el tribunal cuando declaró como testigo protegido y que, por tanto, mintió bajo juramento. «Never in my life», dijo.

 

 

6.  Página 231: «Asimismo, [los especialistas de la Guardia Civil] incautaron [sic] 18 gramos de «una mezcla de nitrocelulosa y perclorato de potasio», sustancia habitualmente empleada en la fabricación de explosivos industriales».

¿Explosivos industriales? Los 18 gramos de pólvora habían sido extraídos de unas bengalas de colores para niños a partir de 8 años, distribuidas por una empresa del sur de París, según el informe de la Guardia Civil (folio 1053, Tomo III del Sumario). En el juicio, los peritos explicaron que además de colores las bengalas hacían «chispas»:

 

7. Página 230: «[Los especialistas de la Guardia Civil] hallaron, por ejemplo, bolsas que contenían bolas de acero y cerca de 800 gramos de perdigones».

Se encontraron 783 gramos de plomos de aire comprimido (perdigones, si quiere), pero no «y» bolas de acero. O una cosa o la otra. Por cierto: los perdigones habían sido comprados en Francia; y el testigo protegido vino desde París. Véase el Folio 1667, Tomo IV del sumario, o la misma sentencia –aunque esta confunde confunde «gramos» con «unidades» de perdigones–.

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8. Pág. 232: «Cuando un fiscal se interesó por ese asunto durante las sesiones del juicio oral, Malik respondió que esa suma relativamente elevada de dinero «se acumulaba a veces en el bolsillo» debido a las propinas que recibía repartiendo bombonas de butano».

Ningún fiscal se interesó por eso. Quien preguntó fue el abogado de la acusación popular. Falsa también la frase que entrecomilla: es decir, el acusado no la pronunció. Y tampoco dijo que todo el dinero procediera de las propinas. Qaader Malik trabajaba como ayudante repartiendo bombonas de Repsol butano por Barcelona. Los ayudantes se encargan de bajar las bombonas del camión y llevarlas al domicilio de los clientes.  Los ayudantes cobran el importe del servicio y se lo van guardando, entre otras cosas, para tener cambio para los siguientes clientes. Al acabar la jornada, Malik entregaba el dinero a su jefe (un autónomo, dueño del camión, cuya empresa subcontrata Repsol). A veces lo hacía a pie de camión, a veces en el almacén y a veces en la mezquita, porque su jefe iba a la misma mezquita, como explicó el testigo que declaró luego y que es el conserje de la mezquita Tarik Ben Zyad. El acusado, a preguntas del presidente del Tribunal, Javier Gómez Bermúdez, aclaró que tenía un sueldo fijo (650 euros) y que el resto, sí, lo ganaba gracias a las propinas de los clientes. Así funciona el sector en Barcelona.

 

9. Página 233: «Pero se negó a dar explicación alguna del motivo por el cual, cuando fue detenido, lo que en realidad llevaba consigo eran más de dieciséis billetes de 50 euros cada uno».

El acusado dio las explicaciones que recoge el vídeo anterior. Y cuando el abogado de la acusación popular le preguntó si todo el mundo le pagaba con billetes de 50, el acusado respondió: «No». A continuación, el abogado le preguntó directamente si no era más cierto que el dinero era para comprar «cosas, material» [suponemos que refiriéndose a material para atentar]: a dicha pregunta, el acusado también contestó: «No». El abogado siguió luego preguntando por las obras de reforma que el acusado estaba haciendo en su casa.

*

Al conserje de la mezquita, en cambio, el abogado sí le preguntó expresamente por qué los repartidores acababan la jornada con billetes de 50 y no, pongamos, con monedas de 50 céntimos. Y el conserje lo explicó:

 

10. Página 227: «Entre las 00:40 horas y las 05:00 horas del día 19 de ese mes, 14 individuos fueron detenidos en [Barcelona].»

Falso: la entrada en la mezquita de la calle Maçanet se produjo a las 23:50 del día 18, según el acta policial, Folio 59, Tomo I, Sumario 26C/2008.

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11. Página 228: «Maroof A. M., el líder de la célula, fue condenado a diez años y medio de prisión».

El 29 de diciembre de 2010,  el Tribunal Supremo fijó la pena en 8 años.

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12. Página 228: líneas siguientes. También son falsas las otras penas (de 8 y 14 años) que atribuye al resto de acusados: el Supremo las fijó en 6 años.

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13. Página 230: «Hacia las 18:00 horas, avistaron a ocho […]  dirigiéndose a pie […] desde el oratorio Tarek Ben Ziyad, sito en el Raval, hacia un lugar cercano, al que otros dos individuos habían llegado ya. Todos ellos portaban mochilas y bolsas de mano.»

Ninguno de ellos llevaba mochila, aunque lo diga The New York Times. La única mochila que apareció, junto con un maletín negro «de tela», tal y como refleja el acta de registro de ese «lugar cercano» (es decir, la mezquita de la calle Maçanet), pertenecían a un marroquí –Said Arakrak–que no estaba entre el grupo que había llegado desde Tarek Ben Ziyad, no se encontraba en aquel momento en la mezquita de Maçanet y no fue señalado, ni detenido ni procesado. Tampoco llevaban «bolsas de mano»: alguien, desde luego, llevaba un par de bolsas de plástico, quizá en la mano. Las huellas de dichas bolsas, sin embargo, no corresponden a ninguno de los condenados.

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14. Página 234: «Allí [a Maroof A. M.] se le conocía por sermones en los que manifestaba odio hacia los infieles y hacía llamadas a la yihad, en la acepción belicosa de este término».

 Falso, aunque lo diga The New York Times. El artículo del Times, del que habría que ocuparse otro día, contiene graves falsedades. Esta es una de ellas: ¿alguien puede imaginar que la Guardia Civil, el fiscal y la acusación popular no hubieran puesto ese argumento encima de la mesa del tribunal de existir algún indicio sobre su veracidad? El Times es, por lo demás, la principal fuente de una falsedad decisiva de la que la anterior es subalterna: declara, sin mostrar, que había una investigación previa a la entrada en escena del testigo protegido.

 

15. Página 235: «Los condenados por el plan para atentar en el metro de Barcelona […]».

La condena del Supremo es por pertenencia a grupo terrorista, sin plan.

 

16. Página 236: «Pakistán, país con cerca de 750 millones de habitantes».

Pakistán, según los datos del Banco Mundial de 2012, tiene unos 170 millones de habitantes.

17. Página 237: «Al menos dos […] eran conocidos por participar en actividades de ese movimiento [la corriente Tabligh Jaamat]».

El mismo autor dice un párrafo antes (página 236): «Todos eran miembros del movimiento […] Tabligh Jamaat». Esto también es falso, porque al menos dos de los once no eran practicantes. Y sólo es tabligh, el que practica los preceptos de dicha corriente, es decir, quienes participan «en las actividades de ese movimiento», pues no hay ningún registro ni asociación ni condición previa que los distinga de otra manera. El Tabligh, si movimiento fuera, es sin duda de los que se demuestra andando. Esta segunda falsedad estaría, aunque sólo porcentualmente, más cerca de la verdad que la primera.

 

 Braulio García Jaén, Andrés AguayoMatías Escudero Arce.

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Una crítica en abierto

El contraste entre las cosas y la descripción del que las niega es tan perfecto que basta poner aquellas a continuación de ésta para que la falsificación aparezca como lo que es: perfectamente cierta. La verdad, incluso muda como (a)parece en los estertores de la actualidad, siempre acaba vengándose, tanto más a gusto si es con este escándalo íntimo. El contenido de la crítica de mañana coincide exactamente con la forma que me habría gustado darle hoy, por lo que celebro nuestra absoluta falta de originalidad.

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Un apunte sobre la ex directora del ‘Times’

Jill Abramson, la ya ex directora de The New York Times, tiene un libro excelente (no sé si tiene más, de hecho) sobre la única pregunta que me interesa en este mundo: ¿quién de los dos miente? Los dos, en este caso, eran el entonces candidato al Tribunal Supremo americano, Clarence Thomas, y una antigua empleada suya, Anita Hill, que durante las audiencias previas al nombramiento, declaró que había sido acosada sexualmente por el candidato cuando éste era su jefe. Thomas era el primer juez negro que optaba al Supremo, propuesto además por un presidente republicano (Bush padre), y acabó consiguiendo el puesto gracias, entre otras cosas, a que negó con vehemencia las acusaciones de Hill. El año pasado se estrenó un documental sobre el caso que se llama como ella: Anita Hill.

Abramson y Jane Mayer (ambas en The Wall Street Journal entonces), consideraron que había que dilucidar quién de los dos decía la verdad y estuvieron un par o tres de años (no lo recuerdo y no tengo el libro aquí) hablando con gente y cruzando datos. Debieron entrevistar a unas 13.700 personas. Thomas, consciente de que su futuro pasaba no sólo por negar aquella acusación concreta, sino por despejar cualquier duda que pudiera cuestionar al hombre, a aquella su figura de self made man ejemplar (sin brillo, por cierto, y que hoy es famoso porque lleva ocho años sin decir ni mú cuando el Supremo delibera, según cuentan aquí), lo negó todo, incluso que hubiera consumido alguna vez… pornografía.

Strange justice, que así se llama el libro, contiene muchas lecciones de buen periodismo, para empezar el análisis de la operación de lifting republicano que supuso la candidatura de un juez negro, simpático y ultraconservador. Pero a mí me resulta especialmente emocionante una de las más elementales. Las autoras entrando en un videoclub cercano a uno de los domicilios de Thomas para hablar con el dueño. Of course,  el señor Thomas era un cliente habitual y gran consumidor de cine porno, confirma el dependiente.  Ese viaje desde la cúpula del Congreso hasta el mostrador del videoclub, ese gesto, resume por qué el periodismo puede ser un oficio tan excitante y por qué es, técnicamente, uno de los más tontos; o al menos resume por qué me gusta a mí.

 

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Falso testigo protegido

Un hombre coge un tren nocturno en París, amanece en Barcelona, busca una mezquita y se presenta a un grupo de musulmanes. Es miércoles y el grupo pasará el fin de semana alrededor del Corán en otra mezquita de la ciudad. ¿Puedo ir con vosotros? El viernes por la noche, la Guardia Civil detiene a 14 hombres: el de París abandona el lugar sin ser detenido y acompañado por un agente. El martes, ya como testigo protegido, empieza a cantar: 11 inmigrantes acabaron condenados, supuestamente por pretender atentar contra el metro de Barcelona, cuatro años después de la tragedia del 11M. Sólo The New York Times, en un largo artículo sobre la Operación Cantata, rozó el argumento de la farsa: al procesado que tenía 64 años, nacionalidad española y una pastelería en el Raval, el Times lo llamó «an unsual suspect». Pero sin notar el roce ni la farsa.

Como el protagonista de Sospechosos Habituales, este Keyser Sosé llegado de París se inventó, una vez garantizada su inmunidad, un relato de terrorista supuesto con lo que tenía más a mano: su actividad como traficante de inmigrantes desde Pakistán y como confidente de los servicios secretos franceses. Tras cinco meses de investigación en París, junto a Andrés Aguayo en Madrid y Matías Escudero Arce en Italia,  y gracias a una beca del Journalismfund.eu, ya puede leerse en abierto en Infolibre esta historia que ha publicado también Mediapart en Francia, y que (y esto es ya mi opinión impersonal)  constituye la mayor estafa policial y judicial de la última década en España.

El escenario, como casi siempre, es Barcelona, aunque la farsa hubiera sido impensable sin el coro que, durante los tres primeros años, formaron todos los grandes medios españoles. El silencio posterior sólo lo ha roto Fernando Reinares, que en un capítulo de su recién publicado libro «Matadlos», repite todas las mentiras del testigo protegido, aunque es verdad que añade otras falsedades de su propia cosecha.

En fin, los 58 segundos de este vídeo condensan el nudo del drama. El reportaje entero puede leerse aquí.

 

 

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